sábado, 30 de diciembre de 2017

domingo, 17 de diciembre de 2017

Fotos y notas sobre un viaje a Japón (III)



Todavía en Nara tuvimos tiempo libre para almorzar, esta vez en un italiano, y recorrer la calle comercial, muy concurrida, donde curiosear, cambiar divisas o comprar algunos souvenirs.
Tomamos el autobús a la hora convenida, en el lugar señalado y, al llegar a Kioto, donde nos alojamos durante tres días seguidos, con la gran ventaja de no tener que hacer y deshacer maletas cada día como anteriormente habíamos hecho, visitamos un interesante templo de madera y sus aledaños, el templo Sanjusangendo en cuyo interior se conservan 1001 estatuas de la diosa de la piedad, Kanon, talladas en madera de ciprés en el siglo XIII. En el centro del salón, que mide 120 metros de largo, hay una versión de la diosa a gran tamaño, flanqueada por las 1000 estatuas a escala humana, 500 a cada lado. Estas figuras tienen una sola cabeza, pero 42 brazos. Lástima, no estaba permitido hacer fotos en el interior del templo. Así que pongo esta tomada de internet. 



Paseo y fotos en el exterior 




A continuación desde ese lugar nos dirigimos al hotel y, una vez asignadas las habitaciones, nos refrescamos un poco y salimos a patear la zona comercial de Kioto, donde se encuentran miles de restaurantes que ofrecen sus platos falsos en los escaparates y vitrinas, comercios de todo tipo y muchas luces de neón. Era difícil caminar por las calles debido a la gran afluencia de gente.


Kioto fue la capital de Japón durante más de mil años. Es aún el principal centro religioso y artístico del país, donde se pueden hallar innumerables templos, casas y comercios tradicionales.
Un dato curioso: Ante cualquier pregunta, la gente reacciona con suma amabilidad, como en todas las ciudades de Japón, conectando, si es necesario, su móvil a internet para encontrar el lugar que buscas, o aquello que quieres adquirir para atender un encargo, aun cuando la comunicación en inglés no es siempre posible, se esfuerzan por entender y complacer al turista.
A la mañana siguiente, después de un merecido descanso, visitamos el templo dorado de Kinkabuji llamado también Pabellón Dorado, y sus preciosos y coloridos jardines aledaños.
He aquí algunas fotos en las que destacan los colores otoñales, presididos por el rojo de los arces y el verde de los pinos y cipreses.









Cerca del templo de Kinkabuji se encuentra el templo Ryoanji, que también vimos, en el que cabe destacar un jardín seco de piedras, uno de los más afamados de Japón, en el que pudimos disfrutar  de unos minutos de sosiego.


Visitamos después un lugar mágico, el bosque de bambú de Arashiyama, situado en Kamakura, al noroeste de Kioto, uno de los principales atractivos turísticos de Japón. El susurro de las hojas movidas por el viento inspira tranquilidad pese a la multitud que lo visita. El bosque posee una fascinante estética natural. De ahí que sea utilizado con frecuencia por recién casados para hacer sus fotos de boda, al igual que por profesionales de la fotografía para conseguir captar la belleza del entorno natural.




Finalizamos la jornada caminando, como miles de personas más, por una de las zonas más tradicionales de Kioto: los barrios de geishas de Gion y Pontocho.

Teatro de las geishas

Cartel anunciador de una función

Casas iluminadas





Al día siguiente, después del desayuno, nos dirigimos al santuario Fushimi, principal santuario sintoísta, dedicado al espíritu de Inari. Se encuentra situado en la base de una montaña llamada Inari. Es conocido por los miles de toriis de color naranja que delimitan los diferentes caminos a recorrer por la montaña. Los toriis son donaciones de particulares al espíritu de Inari, protector de las cosechas, en especial, de arroz.  
  
Plano del santuario





Toriis


Oración y formulación de un deseo












A continuación visitamos el templo Byodo-in de Uji, una ciudad de unos 200 000 habitantes, en la prefectura de Kioto, situada entre Kioto y Nara, famosa por su producción de té verde de alta calidad,



Grupo de turistas japonesas

Una pareja joven ataviada con kimono. Al parecer, una moda 


Desde este santuario, y tras un breve paseo, almorzamos en Uji, visitamos las tiendas de té y después asistimos a la ceremonia japonesa del té, una forma ritual de preparar y servir el té verde o matcha, influenciada por el budismo zen. Es una manifestación de la cultura tradicional japonesa, que significa hospitalidad. Nos dividimos en tres grupos y, después de descalzarnos, nos sentamos en el tatami para ver cómo una mujer ataviada con kimono realizaba la ceremonia ante nuestra vista. Más tarde, entraron al recinto otras mujeres, vestidas de igual manera, para servirnos el té que habían preparado dentro, en otra habitación. Esta ceremonia de preparación del té requiere la utilización de varios utensilios y pasos formales. Las mujeres que la realizan están familiarizadas con los tipos de té, el arreglo floral, el uso del incienso y otras varias disciplinas. En primer lugar nos ofrecieron un dulce y a continuación el té, que degustamos siguiendo los gestos y maneras que nos explicaron previamente. Interesante y exótico. 






El día 24 nos trasladamos desde Kioto a Tokyo en el Shinkansen, tren de alta velocidad llamado popularmente tren bala. El trayecto de algo más de 500 km lo realizamos en 2 horas y 20 minutos, incluyendo tres paradas. Debido a que el tren solo se detiene 2 minutos en la estación para admitir pasajeros, con buen criterio, los organizadores del viaje mandaron nuestras maletas por una agencia de transportes hasta nuestro hotel en Tokyo.
Durante el trayecto divisamos el monte Fuji, de 3776 metros de altitud, el más alto de todo Japón.

Imagen del monte Fuji tomada desde el tren

Llegamos a la hora prevista, ni un minuto más ni menos. A la salida de la estación central de Tokio, que cruzamos de un extremo a otro caminando, nos esperaba un nuevo autobús que nos llevó a conocer parte de la ciudad. Una ciudad poblada de altos edificios en la que se aprovecha todo el espacio disponible, y más, como Odaiba, situada en la Bahía de Tokio, una isla artificial cuyos terrenos se han ganado al mar. 
El primer punto donde nos detuvimos fue la explanada del Palacio Imperial, residencia oficial de la familia imperial japonesa, situado en el centro de la metrópolis. Se trata de un gran parque rodeado de muros de cemento y un foso de protección. Una vuelta alrededor del foso mide 5 Km, distancia que muchos ciudadanos utilizan como circuito urbano para correr. El palacio fue construido usando el terreno y los muros del antiguo palacio Edo. En el exterior se encuentran dos llanuras plantadas de pino negro y césped, separadas por la avenida de acceso al palacio. Una de ellas se puede pisar, la otra no, ignoro por qué. Los Ginkgo Biloba, un árbol único en el mundo,

Foto tomada en el parque de Nara, al fondo un Gingko Biloba
originario de Japón, China y Corea, flanquean con sus preciosas hojas amarillas de otoño, la avenida de acceso al lugar. El color amarillo sustituye, aquí en Tokio, al rojo de los arces que vimos en anteriores visitas.  

Pinos negros

Altos edificios que rodean el palacio


Puente de piedra
Accaso al palacio



Puente metálico


Desde el palacio nos dirigimos en autobús, abriéndonos paso por entre enormes bloques de hormigón y cristal, hacia un lugar emblemático: la plaza Shibuya que posee el paso de peatones más transitado y famoso del mundo, donde se encuentra también la estatua homenaje a Hachiko, el perro fiel que esperó diez años a su dueño en la estación de tren donde este regresaba del trabajo.

A mi espalda el perro Hachi


Plaza Shibuya a las 13.00

Visitamos a continuación el barrio Harajuku, un lugar de referencia para la moda y la cultura juvenil. Destacan dos calles en este barrio: Takeshita dori y Omotesando. La primera es una calle peatonal, muy estrecha que mide 400 m de largo, donde se pueden encontrar tiendas, boutiques de ropa juvenil extravagante, y muchos cafés. Mientras que Omotesando es una gran avenida bordeada de tiendas de famosas marcas comerciales. En esta zona dispusimos de tiempo libre para caminar y reponer fuerzas en un restaurante. El plan incluía por la tarde una visita al templo Meiji, pero el intenso tráfico y la hora nos hicieron desistir, y dar la vuelta en dirección al hotel, una torre bien alta en la que nos asignaron habitaciones en el piso 25.
A la mañana siguiente visitamos una preciosa ciudad en medio de las montañas llamada Nikko. Ciudad reconocida principalmente por sus templos, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El principal de ellos es el Toshogu, mausoleo del shogún Tokugawa. 


Cedros altísimos

Purificación de manos y boca antes de acceder al templo 


Pagoda de cinco pisos

Los tres monos sabios







Puente Shinkyo




Por la tarde paseamos por el parque nacional de Nikko y visitamos la cascada Kirifuri (niebla que cae) de 75 m de altura, antes de dirigirnos al hotel. 
Esa noche estábamos invitados todo el grupo, por la organización del viaje, a una cena de confraternidad en un restaurante cercano al hotel. 




A la mañana siguiente la cita era a las 12 en el hotel para el traslado al aeropuerto de Haneda con vuelo previsto hacia Frankfurt y Madrid a las 15.20. Hubo tiempo para realizar las últimas compras y dar un paseo por la zona comercial cercana al hotel. 

Mascarillas para evitar contagiar los virus de un catarro


Zona delimitada para fumadores en la calle
Llegamos a Barajas sobre las 23.30, recuperando las 8 horas de diferencia con Japón.

FIN